El objetivo de los militares rebeldes era uno: Asesinar a Carlos Andrés Pérez y tomar el poder en Venezuela por la fuerza, sin embargo, aquel fatídico 4 de febrero dejó más de 300 muertos, daños materiales y una profunda crisis política y social en una nación herida.
La repuesta de Hugo Chávez fue un «por ahora», insinuando que sus objetivos no se habían cumplido, pero que seguiría intentando cumplirlos.
La Venezuela de 1992 era una nación golpeada por el ego; hace tan solo 20 años era considerada la más rica de Latinoamérica, en el mundo se hablaba de una «Venezuela Saudita» y los venezolanos eran bien recibidos en el mundo por ser turistas de lujo.
Si bien es cierto que en 1992 Venezuela aún seguía siendo un país próspero, la realidad era que de una pobreza del 10% en 1972, pasaron a una pobreza del 40% en 1992; los salarios se devaluaron hasta en un 80% y el bolívar, una de las monedas más fuertes de Latinoamérica, se había depreciado un 300% entre 1972 y 1992.
Sin dejar de lado el factor moral, los escándalos de corrupción y la pugna política entre adecos y copeyanos protagonizaban los titulares de prensa y era lo más comentado entre la opinión pública.
Venezuela: Una sociedad en decadencia
El 4 de febrero de 1992 es una fecha imperdonable en la historia política del país, sin embargo, era tanta la decepción, la rabia y el dolor de los venezolanos, que aquella mañana muchos aplaudieron y celebraron aquel acto ruin que intentó socavar la democracia con un vulgar golpe de Estado.
Aunque esa intentona golpista fracasó, Chávez logró visibilidad por primera vez ante todos los medios de comunicación y lejos de generar rechazo entre lo venezolanos, pareció ser un mesías, un redentor, que los salvaría de los políticos de siempre y de los mismos corruptos de toda la vida.
La devoción hacía Hugo Chávez se fortalecía, mientras la democracia en Venezuela agonizaba producto de una sociedad desesperanzada, decepcionada y traicionada por los partidos tradicionales.
Hugo Chávez recogió de forma positiva todo ese sentimiento negativo de gran parte del país y lo transformó en beneficio propio para lograr el plan b de su «por ahora»: llegar al poder por vía democrática.
Tan sólo pasaron 7 años cuando Hugo Chávez se juramentaba el 2 de febrero de 1999 como presidente de Venezuela prometiendo liquidar todo lo que se conocía de Venezuela hasta ese entonces.
La historia a partir de allí, ya la sabemos.