Hace algunos meses vi una película que retrató la crueldad de la dictadura de Videla en la Argentina. La cinta estuvo nominada al Oscar y recibió numerosas reseñas posítivas por parte de la crítica. «ARGENTINA, 1985» me inspira para confesar el horror que viví hace unos años.
2013
Todo comenzó el 8 de noviembre del año 2013 cuando Nicolás Maduro, en alocución presidencial, dio la orden de «dejar los anaqueles vacíos» y ponerle «precios justos» a todos los productos que hubiera en el mercado.
Una semana después, un par de funcionarios de Maduro tocó la puerta del negocio de mis padres, dos migrantes colombianos que llegaron a Venezuela en búsqueda de cumplir un sueño, que al final lograron construir con esfuerzo.
Aquel par de burócratas, le exigieron a mis padres que tenían que rebajar los precios de las mercancías un 70%, si no, habría una sanción por parte del Gobierno.
A Maduro le obsesionaba controlar la alta inflación que había en Venezuela y creyó, como buen socialista, que obligando a los comerciantes a bajar sus precios, la inflación bajaría.
Como era lógico, eso nunca pasó; todo lo contrario, ese negocio de mis padres quebró a los meses, como quebraron miles de comerciantes y empresas en Venezuela durante aquella época.
Así, a la fuerza, aprendí mi primera lección de economía de libre mercado y el respeto a la Ley de Oferta y Demanda.
2014
Era el 5 de marzo de 2014, recuerdo a la perfección ese día porque se cumplía el primer aniversario de la muerte de Hugo Chávez y Venezuela estaba en llamas. Yo trabaja como periodista en un periódico digital y cuando salí de trabajar aquella tarde, decidí quitarme el papel de periodista y ponerme la camiseta de ciudadano para ir a protestar en contra de Maduro.
Fui a un plantón en la Plaza de la República de Maracaibo, eran aproximadamente las 7 de la noche, cuando unas tanquetas de la Guardia Nacional y unos militares poco amistosos nos asedió a los que allí estábamos pacíficamente concentrados.
Nunca he sido una persona de violencia ni comparto luchas violentas, sin embargo, para el régimen de Maduro, el simple hecho de que un grupo de opositores estuviéramos congregados en un sitio público, fue motivo suficiente para habernos reprimido.
Esa noche no pude regresar a casa, estuve detenido y aún no sé ni entiendo cuál fue el motivo de la detención.
Así, a la fuerza, aprendí la lección de respeto a la libertad de expresión y el derecho que tienen todos los ciudadanos de protestar pacíficamente.
2015
La gota que rebosó la copa fue en mayo, no recuerdo el día, del año 2015.
En Venezuela existían dos realidades: si tenías dinero, podías comprar en el mercado negro los productos que escaseaban hasta un 2.000% más caro; o hacías largas filas, algunas de 8 y 10 horas, para conseguir algún producto de la canasta básica.
Una tarde salí a hacer compras con mi madre y para no extender el relato, íbamos por un corredor de un centro comercial, cuando un sujeto pasó en una maratón y le arrebató de las manos a mi madre una bolsa donde había un par de harinas de la marca «PAN» que habíamos comprado, entre otras cosas más.
Aquel evento me dejó sin palabras, me sentí decepcionado, aburrido, adolorido, lleno de odio; pero a la vez, sentía resignación y fue cuando decidimos que Venezuela ya no era un país habitable, el comunismo, por desgracia, se había materializado.
Así, a la fuerza, aprendí a valorar la libertad que es invisible, pero cuando la pierdes, lamentas su ausencia.