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Transición energética sí, pero no así

La transición energética es necesaria, pero los países subdesarrollados no pueden comprometer ni sus finanzas ni su seguridad energética por implelemtar polítias ambientales.

La transición energética es una necesidad imperante en el mundo actual. La urgencia por reducir las emisiones y disminuir nuestra huella ambiental es innegable, pero abordar esta transformación de forma radical y apresurada puede llevar consigo consecuencias devastadoras para la estabilidad económica y energética de los países.

El petróleo y el carbón, pilares fundamentales de la economía global, continúan desempeñando un papel crucial en el suministro energético mundial. Su relevancia se extiende más allá de ser fuentes de energía; representan también la base de industrias, empleos y la columna vertebral de economías enteras. Erradicar abruptamente estos recursos sin una transición cuidadosa y planificada sería un golpe demasiado duro para la estabilidad financiera de numerosos países.

La clave radica en una transición gradual y ordenada hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles. Los países productores de petróleo y carbón tienen la oportunidad de aprovechar las ganancias de estas industrias para invertir en tecnologías renovables y proyectos de energía limpia. Esta estrategia permitiría no solo reducir la dependencia de los combustibles fósiles, sino también diversificar sus economías y generar empleos en sectores emergentes.

Presidentes como Gustavo Petro de Colombia, quien aspira a liderar una transición energética en su país, parecen estar fuera de foco en el tema de implementación de energías limías. A su vez, Petro desesperado en implementar, con posturas radicales en contra del petróleo y el carbón, una transición drástica de modelo que puede llevar efectos adversos a su país.

Es contradictorio por parte del presidente Gustavo Petro decir que su país no firmará más contratos de exploración de gas y petróleo pero que Ecopetrol (principal empresa petrolera de Colombia), firmará convenios con la corrupta y empobrecida PDVSA de Venezuela para la búsqueda de petróleo en el vecino país.

Además, Colombia, en comparación con China y Estados Unidos, tiene una huella de carbono considerablemente menor debido a diferencias significativas en tamaño de población, desarrollo industrial y dependencia de combustibles fósiles.

Por ejemplo, en términos per cápita, Colombia emite significativamente menos CO2 que Estados Unidos y China. Según datos del Banco Mundial, en 2018, las emisiones per cápita de CO2 en Colombia fueron alrededor de 1.8 toneladas métricas, mientras que en Estados Unidos fueron aproximadamente 15.6 toneladas métricas y en China cerca de 7.1 toneladas métricas.

Sin embargo, en términos absolutos, debido a las diferencias en población y actividad industrial, Colombia emite una cantidad significativamente menor de CO2 en comparación con Estados Unidos y China. Por ejemplo, en 2018, según datos del Banco Mundial, las emisiones totales de CO2 de Colombia fueron alrededor de 82 millones de toneladas métricas, mientras que Estados Unidos emitió alrededor de 5.4 mil millones de toneladas métricas y China emitió cerca de 10 mil millones de toneladas métricas.

Estados Unidos y China son dos de los mayores emisores de CO2 a nivel mundial debido a su gran población, su desarrollo industrial y su dependencia de combustibles fósiles para la generación de energía y otros sectores clave de la economía. Por otro lado, Colombia, aunque tiene una huella de carbono considerable, es significativamente menor en comparación con estos dos países debido a su tamaño poblacional más reducido y su menor grado de industrialización en comparación con las economías más grandes.

Es crucial reconocer que la transición hacia energías más limpias y sostenibles es un proceso que lleva tiempo. Es imprudente subestimar la importancia actual del petróleo y el carbón en la matriz energética global. Ahora bien, estamos de acuerdo en que es necesario y urgente implementar la transición hacia energías muho más sostenibles en el tiempo y que no devoren la estabilidad de nuestro planeta.

Los líderes mundiales deben colaborar en la creación de marcos regulatorios y políticas que fomenten la inversión en energías renovables, al mismo tiempo que se apoya a las economías que dependen de los hidrocarburos. La diversificación económica y la innovación en energías alternativas deben ser metas prioritarias, con el fin de garantizar una transición fluida y equitativa para todos los países.

La transición energética no es simplemente un cambio de recursos, es un cambio de paradigma que requiere visión a largo plazo y cooperación global. Solo a través de una transición ordenada y cuidadosamente gestionada podremos avanzar hacia un futuro energético más sostenible sin comprometer la estabilidad económica ni energética de las naciones.

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